«Mi psicóloga dice que las relaciones deben ser fáciles»

«Pues mi psicólogo dice que nos dejemos de príncipes, ranas y otras mamarrachadas.» Pero, ¿quién no ha soñado alguna vez con un amor de película? Un flechazo fulminante, un chispazo épico, el famoso collejón de Cupido… ¿Y quién no ha caído en la trampa de creer que, si no lo tiene, algo anda mal?

Ni el mito del amor romántico, ni los recetarios de amor moderno, ni los libros, cursos o talleres con fórmulas mágicas lograrán que tengas la relación perfecta con tu «persona vitamina». Hay más formas de amar que el amor de pareja, y este se puede vivir de infinitas maneras. Las relaciones no pueden clasificarse usando la simple dicotomía de «sanas» versus «tóxicas».

Si no tienes pareja o tu relación de pareja no es de película no te pasa nada malo. El amor es un fenómeno complejo y multifacético difícil de estudiar con rigor, y que se escapa de cualquier manual de instrucciones. Por eso, dejar de buscar fórmulas mágicas y empezar a verlo como un experimento constante (con sus errores y aciertos) tiene muchísimo más sentido.

Sin reciprocidad, las relaciones entre adultos corren el riesgo de convertirse en un intercambio desigual o, en el peor de los casos, en una dinámica parasitaria. Pero lo cierto es que los recetarios solo abarcan una pequeñísima parte de lo que de verdad puede significar una relación recíproca. En realidad, la reciprocidad no se trata de hacer cálculos matemáticos del tipo “tú hiciste esto, ahora me toca a mí”. Significa más bien que ambas personas dan y reciben en un acto de generosidad mutua, no en términos calculados, sino desde el deseo mutuo de ver al otro crecer. No se busca recibir un retorno inmediato de lo que se da pero con el tiempo tiende a equilibrarse.

Y aunque esto puede parecer un ingrediente más de otra receta absurda para mí la reciprocidad es un principio universal que trasciende culturas, contextos y tipos de relaciones. Ya sea en las relaciones de pareja, entre amigos, en el ámbito familiar, o incluso en las interacciones sociales más simples, la reciprocidad es un hilo conductor que garantiza el equilibrio, la justicia y la cooperación.

Con quién nos relacionamos, por qué nos quedamos en una relación cuando nos quedamos y por qué nos vamos cuando nos vamos, solo lo sabe cada uno. Al observarnos en la interacción y el contacto, pero también en la retirada, el distanciamiento y la separación, encontramos las respuestas más honestas sobre lo que realmente queremos y necesitamos. En esos momentos, al revelarnos a nosotros mismos sin máscaras, aprendemos qué relaciones merecen nuestro tiempo y cuáles es mejor dejar atrás. Nadie más puede dictarnos lo que es bueno para nosotros.

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